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Redacción
Viernes, 15 de Enero de 2010

Piden cuatro años de cárcel al hombre que decapitó a su suegro

LA VÍCTIMA ERA VECINA DE TORRENT Y RESIDÍA EN EL PANTANO

La fiscalía ha solicitado una pena de cuatro años de cárcel para Salvador Saturnino, de 35 años de edad y vecino de Albal, quien confesó en junio del año pasado, haber matado a su suegro de un golpe en la cabeza, haberle decapitado y arrojado su cadáver al pantano de Jérica. El cuerpo sin vida de Ramón Peirats Escriche, de 78 años y vecino de Torrent, apareció flotando y fue descubierto por unos turistas días más tarde. En un primer momento, la identidad de la víctima fue toda una incógnita, pero una semana después de aparecer el cadáver el acusado confesó el crimen a la Guardia Civil y se entregó. En el escrito de acusación, la fiscal considera a Salvador autor de un delito de homicidio, pero estima en su calificación provisional la eximente incompleta de trastorno mental transitorio y la atenuante de confesión. Como este recibió la ayuda de su esposa e hija del decapitado, Sandra Peirats, para llevar el cuerpo al pantano del Regajo, la fiscal la acusa a ella de encubrimiento, pero solicita la absolución por las circunstancias en las que sucedió todo, ya que el fallecido solía abusar sexualmente de ella y los hechos se desencadenaron por este motivo, durante una agresión. Todo ocurrió, según la Fiscalía, el 1 de junio del 2009, cuando Salvador y Sandra acudieron junto a su hijo, un niño de tres años con discapacidad psíquica, a casa del padre de ella para curarle unas heridas que tenía el anciano en las piernas. Al llegar al domicilio en la urbanización de El Pantano, la mujer se dirigió al dormitorio de su padre, mientras su marido la esperaba fuera de la casa. Salvador oyó unos gritos, entró y encontró a su mujer desnuda de cintura para arriba y a su suegro, en calzoncillos, persiguiéndola. Entonces, el acusado, preso de un estado de gran excitación, cogió un palo y golpeó a Ramón en la cabeza matándole. Posteriormente, le cortó la cabeza y las manos al cadáver y metió las partes en unas bolsas de plástico que luego enterró en cal viva en un camino apartado. Como consecuencia del estado de shock en el que se encontraba, él y su esposa, hija de la víctima, dejaron el cadáver allí porque él, que es conductor, tenía que hacer un viaje a Bilbao. Dos días más tarde, alquilaron una furgoneta, fueron a la casa de la víctima, envolvieron el cuerpo en unas mantas, y se lo llevaron, dejando estacionada la furgoneta en una explanada con el cuerpo dentro. El 5 de junio, y junto a su mujer y su hijo, fueron al pantano de Jérica, donde Salvador arrojó el cadáver atado con unos ladrillos en los pies.

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